Monólogo del Club de la Comedia por Manel Fuentes

Buenas noches. ¿Qué tal están? ¿Se imaginan que cada uno de ustedes subiese aquí ahora mismo y me contase realmente “que tal está”?… “¿Pues yo acojonao con la hipoteca” “Pues yo estoy fatal de las cervicales y tengo que ver la tele con un espejo” “Pues yo muy bien, pero mi marido cada día está más tonto”… Sería terrible. Pero ustedes saben que yo no les digo “qué tal están” para que me lo cuenten… es una muletilla. Las personas no podemos vivir sin usar muletillas… Yo creo que es porque el cerebro es más lento que la lengua… O sea, que decimos algo así como “Voy a ponerme a hablar… para ver si mientras se me ocurre algo que decir”.

La primera muletilla que aprendemos es “mamá”. Y la utilizamos para todo: “Mamaaaaá leche” “Mamaaaá pipi” “Mamaaaá caca”. Llega un momento en que el que el niño ya sólo utiliza la coletilla… si te dice… “¡¡Mamá, mamá, mamá!!” … Eso es que se está cagando. Pero si dice… “Mamaaaá” ¡Eso es que ya… !

Y claro luego llegan al colegio y su muletilla principal es: “Que te cagas”. “Mi padre me ha comprado una Play-Station que te cagas” y también tienen otra que es “pos mi padre” … “Pos mi padre me ha comprado la Play-Station en la que salen todos los Pokemon”. “¡Pos mi padre es Pokemon y te va dar una paliza que te cagas!”

Lo que pasa es que llega una edad en que al niño le salen pelos en las piernas y se da cuenta que aunque quiera no puede seguir diciendo: “Mamaaá…” Y entonces empieza a decir: “tío”: “¿Qué pasa tío? ¿De que vas tío? ¿Cómo está tu tío, tío?

Y así vamos creciendo y creciendo… Y vamos almacenando cada vez más muletillas, hasta que llega un momento en que tenemos muletillas para cualquier situación. Por ejemplo, cuando estamos en grupo y de repente se acaba la conversación, mientras pensamos algo que decir empezamos:

¡Aaaaayseñor…! “Pues si…” “Aquí estamos”. “Pues eso…” “Pues estamos buenos”… Aquí un coletillero chistoso añadiría “Bueno estaba y se murió”… Y otro “Pues no estaría tan bueno…” “Es que no somos nadie” “Oye, pues el muerto al hoyo y el vivo al bollo” “Pues bueno” “Bueno estaba y se murió”. Y así hasta el infinito.

Porque las coletillas definen nuestra personalidad: “Dime qué coletilla usas y te diré quien eres”… Por ejemplo están los que se creen que los demás somos imbéciles: “Estábamos en su casa, ¿entiendes?, y él se quedó en pelotas, ¿entiendes?, e hicimos el amor, ¿entiendes?”… Pero bueno en qué fase de la conversación cree que me he perdido. Y luego están los inseguros que dicen… “Estábamos en su casa, ¿no?, y él se quedó en pelotas, ¿no?, e hicimos el amor, ¿no?”… Que aquí ya dan ganas de decirle… “¡Pues no lo sé, hija! Si tú tienes dudas… es que “no”, porque eso se nota ¿no?

Por la muletilla que usan también se reconoce a los pijos… Por la muletilla y porque parece que estén saliendo de la anestesia del dentista. La muletilla favorita del pijo es “para nada… te lo juro”: “¿Has visto a Pepota?” “Para nada”… “¿Te gusta el funky?” “Para nada”… “¿Vales para algo? “Para nada… te lo juro”.

De todos modos los reyes de la coletilla son los locutores de radio musical, que claro, como hablan tan deprisa no les da tiempo a pensar… Estos con cuatro coletillas y un reloj tienen el programa hecho: ¡Hey! Son las cuatro de la tarde, las tres en Canarias ¡guau! y en treinta minutos, llegaremos a las cuatro y media ¿No te parece increíble? ¡Hay que ver como pasa el tiempo!, ayer era sábado y mañana ya es lunes, o sea que tenemos el próximo fin de semana a la vuelta de la esquina… Y seguro que bailas música como ésta… Te dejo con ella cuando son las cuatro y dos minutos de la tarde…

Dentro de nada las cuatro y cinco…”. ¿Qué les pasa? ¿Van drogados?

Aunque los futbolistas tampoco se quedan cortos con las muletillas, y eso que estos no hablan deprisa… “Sí, la verdad es que… sí” “No, la verdad es que… no”. “Bueno, no sé, ¿no?” Y como los periodistas deportivos lo saben, se lo ponen fácil: “Quique, el partido bien aunque habéis empezado el segundo tiempo un poco más flojos y luego habéis remontado al final, parece que os quedan fuerzas suficientes para el partido del próximo domingo que es donde tenéis que poner toda la carne en el asador”. “Ahora que lo dices, sí, la verdad es que… sí”.

¡Qué obsesión con la verdad tienen los futbolistas! Aunque esto no es nuevo, lo de usar la verdad como coletilla viene ya de los Evangelios. Estaban todo el día… “En verdad en verdad te digo…”, lo que daba lugar a conversaciones del tipo: “En verdad en verdad te digo, Judas, que ¿qué tal estás?” “Pues en verdad en verdad te digo, Jesús, que por aquí, traicionándote un rato”.

Y luego están los políticos, que como no tienen nada que decir son los que más muletillas utilizan: “Puedo prometer y prometo” “Por consiguiente” “La Reina y yo, nos llena de orgullo y satisfacción”…

Algunos de tanto usarlas se les estropea el mecanismo. Como a Pujol “Forns forns frons… frons frons frons frons… Para Cataluña”… o Fraga, “Fongrrnsss fongrsss msrrrss… Cien mil gaiteiros”… Y el mejor es Aznar que consigue alargar los discursos doblando sus propias muletillas: “¡Somos una nación moderna!” “¡¡Una nación moderna!!” Que es para decirle “¡Ya te hemos entendido” “¡¡Te hemos entendido!!”…

Claro, así duran los discursos lo que duran, que les tienen que poner un himno para que se vayan. Con lo fácil que es despedirse a base de coletillas: “Hasta luego Lucas” “En fin Serafín” “Me piro vampiro”… O simplemente, buenas noches.

 

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