Hasta el día de hoy, cuando entra en un lugar, todos sienten la
tentación de hacerle una reverencia. (Con entusiasmo.)
En cualquier restaurante… lo ven apenas los mozos y enmpiezan
a correr las sillas. Sí, querido; pero es que… la gente se da
cuenta de que es un hombre verdadero. Aún el propio doctor Strauss,
el día de mi boda, se me acercó y dijo: «Veo claramente, Rosa, que
te has casado con un hombre extraordinario.» Y eso que Strauss
siempre estuvo enamorado de mí. ¡Ah! bueno. Pero es que entonces no
era más que un pobre estudiante de medicina sin nada en que caerse
muerto y mi padre no quiso que entrase en la casa. ¿Quién iba a
decir que adquiriria toda esa importancia con los cálculos a la
vejiga? ¡Aquel pobre muchacho! Me traía novelas para leer, poesía,
filosofía… ¡Y Dios sabe cuántas cosas más! Una vez hasta nos
escapamos juntos para escuchar a Rachmáninov… (Ríe con tristeza;
y, asombrada más que amargada.) Por eso, ¿sabes?, dos
semanas después de casarnos, nos sentamos en una mesa del
restaurante y tu padre me alargó la lista de platos para que se la
explicase. ¡El no sabia leer! Me asusté tanto, que estuve a punto
de echar a correr. ¿Y todo por qué? ¡Porque tu abuela es una mujer
tan fina y sacrificada! Lo tuvieron dos meses en la escuela… y
enseguida… ¡al negocio…! Así son todos los años… (Con un
extraño y profundo temor.) Por favor, querido, quiero
que dibujes las letras. Esos garabatos son muy feos
y tu postura, tu manera de hablar… ¡Puede ser todo tan hermoso!
Pregúntale a la señorita Fisher. Durante años exhibieron mi
caligrafía clavada en la pizarra de los boletines. ¡Dios mío! No lo
olvidaré jamás. La encargada de pronunciar el discurso de despedida
y con una beca para Hunter en mis manos… (De su alma se apodera
una negrura.) y cuando volví a casa, tu abuelo me dice: «Te vas a
casar». Yo me sentía como si… como si tuviese unas alas pequeñas
y estuviese preparándome para echar a volar. Dormí el año entero
con el muestrario de letras debajo de la almohada. ¡Aprender,
aprenderlo todo! ¡Oh, amor mío! ¡Las cosas encierran un misterio
tan grande!