NIUJIN, hombre de largas patillas y sin bigote, vestido de un frac viejo y deslucido. Tras hacer una entrada majestuosa, saluda y se estira el chaleco.
NIUJIN.-¡Muy señoras y muy señores míos!… (Se atusa las patillas.) Habiendo sido invitada mi mujer a hacerme dar una conferencia con fines benéficos sobre un tema popular…, he de decirles que, por lo que a mí respecta, el asunto de esta me es indiferente… ¿Que hay que dar una conferencia?… Pues a dar una conferencia… No soy profesor, y estoy muy lejos de poseer la menor categoría científica; pero, sin embargo, hace ya treinta años que trabajo de un modo incesante, y hasta con perjuicio…, podría decir…, de mi propia salud, en cuestiones de un carácter puramente científico… Incluso escribo artículos científicos o, al menos, si no precisamente científicos, algo, con perdón de ustedes, que se asemeja mucho a lo científico. Justamente, en uno de los pasados días, compuse uno larguísimo, que llevaba el siguiente título: «Sobre lo dañino de determinados insectos»… A mis hijas les gustó mucho… En especial, la parte dedicada a las chinches… Yo, sin embargo, después de leído lo rompí… Después de todo, y se escriba lo que se escriba, no puede uno prescindir del uso de los polvos persas… Por tema de mi conferencia de hoy he elegido el que sigue: «Sobre el daño que el tabaco causa a la Humanidad». Yo soy fumador…, pero como mi mujer me manda hablar de lo dañino del tabaco…, ¡qué remedio me queda!… ¡Si